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sábado, 18 de octubre de 2008

Libro: Tratado de ateología

Estos días he recuperado de una estantería una vieja adquisición y voy a dejar constancia escrita de ello. Motivado quizá por ciertos paralelismos que Václav Klaus hacía en su libro Blue planet in Green shackles entre ecologismo frenético y religión, he descubierto a otro autor especialmente borde, lo cual me emociona. Se trata de Michel Onfray(Wiki), en su Tratado de ateología.



Reconozco que la primera frase del libro me despistó un poco y pensé que Michel estaba realmente de cachondeo... El libro comienza así:

Después de recorrer varias horas el desierto mauritano, la visión de un viejo pastor con dos dromedarios, la joven esposa y la suegra, la hija acompañada de sus dos hijos montados en burros, cargando en conjunto todo lo que forma parte de lo esencial de la supervivencia, es decir, de la vida, me da la impresión de estar ante un coetáneo de Mahoma.

¿Alguien ha pensado que la esposa y la suegra eran los dos dromedarios de los que habla? Mi primera impresión fue esa, pero ahora, más relajado, creo que fue una alucinación. Imagino que los dromedarios y las dos señoras sumaban cuatro...

Otra cosa no especialmente borde, pero que me resultó increíblemente grata de descubrir gracias al libro, ¡es que los romanos tenían un dios del pedo(Wiki)! Al parecer sus seguidores le ofrecían todo tipo de pedos y eructos, y se rumorea que en su templo no había quien parara...

También, sin salirnos del ámbito escatológico(RAE), me sorprendió que los musulmanes no pueden orinar en dirección a La Meca. Lo cuál me hace pensar en lo complicado que puede serles tener que satisfacer sus necesidades urinarias en un avión o tren...

Además de anéctodas más o menos curiosas, Michel defiende dos cosas que me han dado mucho que pensar. La primera, es lo curioso que le parece que en las bibliotecas y librerías hayan múltiples secciones dentro de la literatura religiosa, tanto para libros cristianos, musulmanes, judíos, budistas, etc. Pero que en cambio apenas haya unos pocos, y casi nunca merecedores de una categoría propia, sobre ateísmo.

La segunda, la manipulación que sufre la palabra ateo. Yo defiendo igual que él que lo que llamamos ateo(RAE) no está correctamente definido por esa palabra. El mismo diccionario nos dice que un ateo niega la existencia de Dios, con mayúscula.

Creo que esa definición es injusta. Esos ateos de los que habla niegan algo que se escribe con mayúsculas, cuando para ellos es inexistente, ni siquiera minúsculo o insignificante. En cambio, un librepensador(Wiki), según el diccionario(RAE), reclama total independencia para la razón individual de cualquier criterio sobrenatural, concepto mucho más acertado que Dios en mayúsculas, para los que no se creen esas cosas. Creo que quien no cree esas cosas, no tiene por qué negarlas, es mucho más acertado decir qué defendemos y no tener que hacer una lista de lo que no defendemos o en lo que no creemos. Si yo tuviera que decir que soy ateo, también tendría que decir que soy sería aterrorista, amaltratador, acriminal, y no acabaría nunca de decir todo lo a- que soy...

Pero lo peor del libro fue descubrir una práctica con algún tinte religioso que se practica en algunas regiones del pacífico... Aviso de que, en caso de seguir el enlace que os dejo a continuación, algunas imágenes pueden herir vuestra sensibilidad y causar traumas posiblemente irreparables. El autor de este blog no se hace responsable de desmayos, desfallecimientos, ataques de hipo o parálisis transitorias que pueda sufrir quien ose querer sabe más sobre la subincisión australiana(Wiki).

Si habéis superado el trauma y seguís en pie, o si no habéis seguido el enlace, opción mucho más inteligente, os contaré que me gustó especialmente descubrir términos, expresiones y palabras que deconocía, pero que son especialmente acertadas y precisas. Por ejemplo:

Teoría de la escatología existencial, que justifica lo poco que vale la vida para un kamikaze.

Evangelio performativo(Wiki), que no es aquél que describe algo que realmente existió, sino que lo está creando en ese momento por el simple hecho de escribirlo.

Episteme(Wiki) cristiano, que para librepensadores o no, es una realidad innegable en nuestra sociedad occidental actual, especialmente en Europa.

Y algunas otras más que me obligaron a consultar el diccionario durante la lectura del libro, y una vez consultado, me hicieron sentir haber crecido algo, sensación especialmente gratificante. ¡Espero poder ser más borde con los conocimientos adquiridos!

lunes, 13 de octubre de 2008

Libro: Estado de miedo

Ya comenté recientemente que me gustan los libros que, una vez acabados, te hacen pensar.

Lo cual no quiere decir que a veces no haya leído otros, tan coñazos(Wiki) como el desfile de las fuerzas armadas, de esos que están muy bien escritos y son muy bonitos pero sólo te dejan pensando cómo es posible escribir tantas líneas sin una sola idea... "El Señor de los anillos" o "Cien años de soledad" son para mí dos buenos ejemplos de grandes libros y grandes coñazos, coñazos que leí de joven y que no me arrepiento de haberlo hecho.

Pero con la edad uno se vuelve más borde y más raro con los gustos. Reconozco que ya no podría leer esos dos libros que he citado, pero en cambio, he pillado una buena racha de lectura relacionada con cambio climático, calentamiento global y otros temas con algo de base científica. El último libro que he leído relacionado con esa temática es Estado de miedo, de Michael Crichton.


La verdad es que me ha sorprendido muy gratamente. Me estoy dando cuenta de que mucha gente crítica con los procedimientos que se están usando mayoritariamente para alertarnos sobre un incremento de las temperaturas medias durante un periodo de tiempo muy concreto y sin una base científica clara, son en general bastante bordes a la hora de explicar su visión sobre este tema. El autor, en este libro, suelta más de una bordería, sólo por eso ya por eso me ha gustado bastante.

Pero que nadie piense que el libro es otra cosa distinta a lo que es; básicamente, lo que hoy llaman un thriller(Wiki), género de libros que suelen defender tesis bien fundamentadas y consistentes, que no tienen por qué ser reales. Pero lo que sí distingue a Estado de miedo de otros libros es la cantidad de datos y referencias que aporta, para dar más consistencia a su historia, que insisto, no es más que una historia. Me temo que muchas de esas referencias, tanto coincidentes como discordantes con sus ideas, me harán leer algún libro más relacionado con este tema.

Me hizo especial gracia un comentario del héroe del libro, que suelo emplear muy a menudo y que me alegró mucho ver que no soy el único que lo usa.

¿Crees que una cosa es más verdad por repetirla?
¿Cuántas veces habéis tenido una conversación, intentando argumentar de varias maneras una idea para intentar convencerle de ella o explicársela a una especie de pared con aspecto de humano, y la única respuesta obtenida por su parte es repetir una y otra vez su única verdad? Yo bastantes...

Y también cuenta, de manera algo borde, que es tremendamente curioso que los científicos, en especial los meteorólogos, no sean capaces de comprender ni mucho menos reproducir el comportamiento del vapor de agua en la atmósfera. Sí, seguro que todos os acordáis, el agua se evapora de los ríos, lagos y mares, se condensa en la atmósfera y se convierte en nubes, y después se precipita, es decir, llueve y vuelve a caer de forma líquida, incluso a veces como cristales de hielo, en ese caso, nieva. Nos lo contaron de pequeñitos y parece fácil.

En algunos países se usa el yoduro de plata para provocar lluvia(elPaís), siempre que haya nubes, claro. Pero de ahí parece que no han pasado los científicos. Ese proceso tan sencillo no ha conseguido entenderse perfectamente, por eso no aciertan cuándo va a llover ni a la de tres, al menos en Barcelona, y por eso, pese a tener tanta agua en el mar que podría evaporarse, condensarse y caer en forma de lluvia, no podemos evitar las sequías y la escasez de agua. Desde aquí, muchos ánimos a los científicos y meteorólogos, a ver si consiguen que llueva a nuestro antojo.

Crichton se tomó con especial cachondeo, en el apartado de referencias, un programa humorístico en el que preguntaban a la gente qué les parecía lo que estaba pasando con el monóxido dihidrogeno, una sustancia presente en ríos y lagos, que permanece en la fruta y las verduras incluso después de lavarlas, y que nos hace sudar. Como podéis comprobar, hay bastante escrito(Google) al respecto... Para los holgazanes de los clicks, estamos hablando del agua.

También el autor le da otro tirón de orejas a los meteorólogos, que no son capaces de predecir cuándo empezará, cuánto durará y cómo será de fuerte el fenómeno meteorológico de El Niño(Wiki). Os aseguro que una vez que vuelva a producirse, saldrán muchos meteorólogos explicando científicamente todas esas cosas, como hacen los economistas cuando la bolsa baja.

Pero la parte que más me gustó es cuando en medio de un congreso, las noticias que ya tenían preparadas los organizadores cambiaban repentinamente en las pantallas de los ordenadores de los asistentes. El autor nos explica que todos los medios de comunicación estaban conectados a una red Wifi, así que imagino que la acción del libro debe ocurrir en un tiempo bastante próximo al actual, ya que en pocos años el Wifi será historia. Imagino entonces que todos estarían conectado a una web hecha en AJAX(Wiki), lástima que el autor, tan proclive a las citas y explicaciones técnicas, no nos aclarara ese detalle.

Dejando aparte la vertiente tecnológica, me gustó especialmente pensar que esa manipulación de la información era un guiño al Ministerio de la Verdad de 1984(Wiki), magnífico libro de George Orwell(Wiki) que leí de joven, en una época en la que no había internet ni blogs. Me concedo el lujo de recomendaros también este libro, publicado en 1949, pero tan válido hoy en día.

jueves, 9 de octubre de 2008

Libro: Blue planet in green shackles

Como bien decía Tomàs Molina en su libro(TBB), el cambio climático(Wiki), es decir, el hecho de que el clima cambia a lo largo del tiempo, es un hecho innegable, que le pregunten a los mamuts(Wiki), en cambio, el calentamiento global(Wiki) sobre el que tanto se habla y escribe, es un tema sobre el que mucho se puede discutir...

Me picó la curiosidad saber que Václav Klaus(Wiki), un político, se haya decidido a explicarnos una posición tan políticamente incorrecta(Wiki) como la que argumenta en su libro, Blue planet in green shackles. Tanto que me lo compré en Amazon.com y lo he leído en inglés.



Después de leerlo, empresa bastante sencilla gracias a sus 100 páginas de texto, sí que me quedan muchas cosas en la cabeza sobre las que pensar, y la sensación de que en el mundo hay muchos más bordes sueltos de lo que yo pensaba, siendo Václav uno de ellos.

Seguiré con mi intención de recordar las principales ideas de los libros que voy leyendo en este blog, para cuando me falle la memoria, y esta vez me costará ser borde con el autor, ya que tanto él como las frases que cita de otros autores son ya bastante bordes y difíciles de superar.

El autor es especialmente crítico con los environmentalists, traducido con más o menos fortuna, los expertos en medio ambiente o ecologistas. No voy a entrar en detalle sobre mi opinión particular al respecto, pero sí en las cuestiones sobre las que al autor nos quiere hacer pensar. Mi favorita es una cita de Michael Crichton, que dice más o menos:

El mayor reto actual para la humanidad es el reto de distinguir realidad de fantasía y verdad de propaganda. Percibir la verdad ha sido siempre un reto para la humanidad, pero en la era de la información (o como yo pienso de ella, de la desinformación), es algo cada vez más urgente e importante.

Estoy muy de acuerdo con esta frase, ¿quién no ha leido un bulo por internet, ha recibido un e-mail con información falsa que ha estado a punto de creerse o ha leído el blog de un borde y se ha dejado engañar sobre algún tema por él? Recordemos que una de las primeras tareas del día para muchos de nosotros es borrar el correo basura que intenta desinformarnos, engañarnos, timarnos o hacernos fantasear.

Pero la que más me ha hecho pensar es una que dice, aproximadamente:

Cuando un científico es conocedor de que sus investigaciones pueden tener consecuencias políticas, sería ético que manifestara públicamente sus ideas políticas.
Creo que es algo mucho más complejo y profundo de lo que parece a simple vista. Los artistas por ejemplo suelen hacerlo, es obvio que ellos, intencionadamente o no, pueden influir a muchos de sus seguidores a través de las letras de sus canciones o los guiones de sus películas. Por activa y por pasiva, estos individuos suelen manifestar claramente cuáles son sus preferencias políticas, claramente alineadas con los partidos que más alegremente subvencionan sus productos cuando el público no los consume. Pero por ejemplo los científicos que defienden la necesidad de actuar de inmediato para prevenir el calentamiento global no suelen expresar sus afinidades políticas, cuando sus predicciones, estudios y recomendaciones claramente influyen políticamente.

También da bastante caña a los científicos cuando habla de su monopsonio(RAE). Esta vez sí que habéis pulsado el link, ¿no? Porque si alguien conocía la palabra, ¡se acaba de convertir en mi ídolo! Como iba diciendo, esa situación de monopsonio, en la que los únicos cliente de los expertos en medio ambiente son los gobernantes, es posible que condicione su trabajo hasta tal punto que sus resultados sean casi siempre los que su único cliente quiere obtener.

Obviamente los políticos no se libran de la sutil ironía del autor del libro. Como ya comenté en el post sobre el libro El año que mi abuelo vio llover(TBB), veo que hay más gente, por ejemplo Václav, que piensa que lo que nos dicen los políticos, que es básicamente que debemos tomar medidas drásticas que ayudaran algo a mitigar el cambio climático, es algo demasiado vago como para que nos resulte motivante.

La frase más borde creo que es ésta:

El fin de la edad de piedra no llegó porque se acabaron las piedras. El fin de la edad del hierro no llegó porque se agotó el hierro. Y el fin de la edad del bronce, obviamente, no llegó después de que los hombres primitivos acabaran con las reservas de bronce del planeta.

Con esa ironía nos quiere hacer pensar si realmente pensamos que el posible agotamiento de las fuentes de energía actuales, por ejemplo el petróleo, supondrá el fin de la humanidad, o si en cambio el ser humano, motivado por la escasez y el consiguiente aumento de precios en un mercado basado en la oferta y la demansa, encontrará otra manera de seguir creciendo y disfrutando de cada vez más bienestar.

Esta frase borde resume muy bien el mensaje del amigo Václav; el hombre evoluciona y se adapta al mundo que le rodea y consigue más bienestar, esperanza de vida y comodidades, siempre que una minoría de hombres, concretamente los políticos, no se lo impidan. Y la segunda parte del mensaje es otra idea que, expresada con mis palabras, más o menos dice:

Antes de tomar medidas drásticas, debemos conocer con la mayor exactitud posible cuál es la influencia del hombre y cuál la de la naturaleza en este ínfimo calentamiento global que se está detectando (durante un periodo de tiempo muy corto y por tanto, con una muestra no necesariamente representativa de una tendencia a largo plazo). Sabiendo esto, podemos decidir si hay que tomar medidas drásticas sobre el comportamiento del hombre o si el hombre debe aprender a adaptarse a este cambio. Y sobretodo, decidir en cuál de las dos opciones nos gastamos el dinero...
Si el cambio es inevitable, ya podemos empezar a pensar cómo repoblar o cultivar toda Siberia, que seguramente se podría convertir en el nuevo granero del planeta una vez calentado un poquito. Y por supuesto, el cambio que se produzca no será de la noche a la mañana, así que el autor confía que el hombre, si se le dan (o no se le quitan) los medios que necesita, sabrá sacarle provecho.

Y aún siendo escéptico con la idea de que el calentamiento global está causado directamente por el hombre, Václav está de acuerdo conmigo y con Tomàs Molina en que todos deberíamos tomar medidas para racionalizar el uso que hacemos de nuestros recursos. Me encantó este ejemplo:

Estando en Japón, visité un pueblo con unas fuentes de agua mineral buenísima. A la mañana siguiente, en el hotel en el que me alojaba, me sirvieron una botella de Evian. No quiero pensar cuánto cuesta trasladar el agua Evian de Francia en una pesada botella de cristal, y sinceramente, la del pueblecito japonés estaba mucho más buena.
Esta triste anécdota es un buen ejemplo de medidas que deberíamos tomar todos. Uso más racional del transporte público (y por lo tanto, mejora de éste, otro trabajo para los políticos), consumo de productos locales, vehículos particulares más pequeños y de consumo limitado, etc.

Y para acabar, que creo que ya me estoy pasando, otra frase bien borde.

Al parecer, la Tierra se está calentando, pero resulta que Marte, Júpiter, Saturno y hasta Plutón también se están calentando. Si eso es realmente cierto, no hace falta escribir este libro, sólo con repetir esta última frase durante 100 páginas se podría transmitir el mismo mensaje.
 

lunes, 29 de septiembre de 2008

Libro: El año que mi abuelo vio llover

Esto de los blogs e internet es la leche. La verdad es que últimamente no me sobra tiempo para leer, una excusa tan buena como muchas otras para no abrir un libro. Aunque de vez en cuando, un tema interesante y el empujoncito de un amigo en forma de préstamo bibliográfico puede ser suficiente para sumar un libro más a mi lista de leídos.

Uno de los problemas o ventajas que tengo con los libros es que se me olvidan muy fácilmente. Problema porque se me queda cara de tonto cuando alguien me pregunta sobre qué iba el libro, ventaja porque unos meses después puedo volver a leerlo y disfrutarlo casi como la primera vez. Un día de éstos desempolvaré mi colección de Isaac Asimov y volveré a experimentar los orígenes, la historia, el preludio y otras circunstancias de La Fundación.

Así que hoy seré borde, y de paso intentaré dejar escritas algunas cosas que me gustaron para que no se me olviden, con el libro El año que mi abuelo vio llover, de Tomàs Molina, conocido hombre del tiempo de TV3.



El libro es fácil de leer, básicamente se trata de ir pasando páginas y entender lo que ha escrito, como en casi todos. Ya son menos los libros que una vez leídos nos dejan algo en qué pensar. Por ejemplo, el tan premiado y agradable de leer Cien años de soledad no despierta en mi cerebro ningunas ganas especiales de pensar en algo interesante una vez terminado el último capítulo, pese a que me gustó leerlo.

En cambio, el libro de Tomàs Molina sí que me ha servido para darle una nueva repensada a algunos temas relacionados con la teoría del calentamiento global, y me ha dado algunas ideas, quizá un poco bordes, para afrontarlo.

Me ha sorprendido gratamenete que al autor del libro haya tratado algunos temás tabú en este país con bastante naturalidad, intentando quitarles hierro y haciéndonos pensar. Por ejemplo, nos ha querido recordar a todos que la energía que compramos a Francia, bastante, por cierto, proviene de centrales nucleares. Esas centrales nucleares cuyas torres de refrigeración aparecen como imagen de fondo echando vapor de agua(TBB) siempre que el locutor nos habla de las terribles conecuencias de los gases de efecto invernadero.

También me ha parecido curioso que, siendo presentador de TV3, diga la envidia que le da ir a Madrid y ver la cantidad de cosas nuevas que se hacen ahí cada año mientras en Cataluña todo va más despacio. The Big Borde añadiría que eso que ocurre en Madrid perjudica el medio ambiente, ya que cada vez que un catalán ha de ir a Madrid debe imprimirse un mapa del metro nuevo, pues el anterior ya no le vale, con el consiguiente gasto en papel, tinta y energía que ello supone.

Me ha parecido especialmente sospechoso que el autor insista en que la predicción del clima se basa en complejos modelos matemáticos, cuya efectividad se ha comprobado con los datos que tenemos del pasado. Es decir, se tiene una fórmula que nos explica cómo ha variado el clima en los últimos años, justo hasta ayer. Como hacen los analistas bursátiles con gráficas y verborrea cuando nos explican el comportamiento de un índice. Pero lamentablemente esos modelos matemáticos no sirven para decirnos qué va a pasar a corto plazo, lástima. En cambio, si por ejemplo baja la cantidad de nieve caída en los últimos 3 años en Cataluña, nos dice que los modelos matemáticos ya lo había predicho. ¿En qué quedamos, Tomàs? :)

No quiero que se me olvide tampoco que dice, valientemente, que los políticos nos dicen qué debemos hacer, pero ellos realmente no están haciendo nada de manera activa.

Por culpa de los políticos o a pesar de ellos, también nos cuenta que los científicos han tirado la toalla y no piensan en la posibilidad de parar o revertir el calentamiento global. Nos habla principalmente de cómo mitigar sus efectos. Siendo malpensados, podría parecer que, en caso de que el calentamiento global no estuviera provocado por el hombre, sino que fuera un proceso natural, obviamente no tenemos nada que hacer para modificarlo. Y siendo malpensados de otra manera, podríamos pensar que los políticos no son capaces de solucionar este problema del que tanto nos hablan, o al menos no pueden hacerlo sin arriesgase a perder votos, y ahora nos cambian el discurso sin decirnos exactamente por qué. Vamos, cualquiera podría pensar que legislando activamente, por ejemplo, prohibiendo las bolsas de plástico, subiendo el precio del agua y la luz, construyendo centrales nucleares y limitando significativamente el número de aviones y coches que nos rodean, se podía revertir ese proceso que nos dicen que hemos iniciado nosotros, pero como nos enfadaríamos y no les votaríamos, prefieren no hacerlo.

Ni tampoco quiero pasar por alto que, además de las restricciones, austeridad y sacrificios de los ciudadanos, hay otros métodos investigándose que consisten en usar la tecnología para intentar mitigar la acumulación de CO2 en la atmósfera y el aumento de la temperatura que teóricamente ello supone. Me pareció muy interesante y es algo de lo que se habla muy poco en los medios de comunicación.

Otra cosa que me ha hecho pensar es que se debería bonificar de alguna manera que la gente abandone las ciudades y se traslade a vivir al campo o a pueblos menos urbanos. Creo que es otra idea que debería desarrollarse.

Pero lo que más me ha impresionado es saber el alto porcentaje de gases de efecto invernadero que provienen de los pedos, en especial de los de las vacas y los humanos. Los pedos humanos tienen otros efectos bastante palpables en nuestra sociedad, pero eso da para un post completo o incluso un libro. El año que mi abuelo me vio peer. Me quedo con el título... Y no quiero olvidar que en el libro se menciona que los humanos nos tiramos una media de 20 pedos al día, lo cual implica que diariamente ciento cuarenta mil millones de pedos van a parar a nuestra atmósfera.

Espero que no acabemos como en esa película de Stallone, en la que el hombre viajaba al futuro y se encontraba rodeado de unas máquinas repelentes que le multaban cada vez que decía un taco. Si la lucha contra el calentamiento global supusiera que nos multaran por cada pedo que nos tiramos, muchos de nosotros correríamos el riesgo de arruinarnos en pocos meses. Quizá se debería firmar un Protocolo de Peoto, en el que, de manera similar a como se pactó en el de Kyoto, se fijara una cuota de emisión de pedos por habitante, y se puiera comerciar con la compraventa de esos derechos a peerse. Lo justo sería que al menos el primer pedo de la mañana fuera de libre disposición, y que se fijara un número mínimo de pedos exento de esta regulación.

Debería haber un mercado globalizado para este nuevo producto financiero, algo así como la bolsa (de pedos), que nos serviría para planificar a medio plazo nuestra dieta, en especial la ingesta de fibra y frutos secos, y las consecuencias de ello.

También sería vital para nuestro nivel de vida que hubiera un mercado minorista de derechos de pedos. Una buena regulación y la compraventa anticipada de derechos a gran escala no siempre es suficiente, y en previsión de digestiones especialmente rebeldes e imprevistas, convendría disponer de algún sistema para poder adquirir derechos para peerse de manera inmediata a otros ciudadanos que hayan sabido ahorrarlos anteriormente. Puede ser complicado articular la venta al por menor de derechos de pedos, podría hacerse a través de un mirochip o usando tecnologías como el Bluetooth o el Wifi. En el momento en el que notamos que algo en nuestro interior clama libertad, si hemos superado nuestra cuota de emisiones diaria, se debería poder enviar una señal inalámbrica a nuestro alrededor, con nuestro identificador fiscal, para que cualquiera de las personas que nos rodean puedan vendernos un derecho de emisión, que se descontaría de su saldo si éste acepta la transacción voluntariamente y que sería pagado en el acto por el emisor. En el caso de que nadie tenga derechos suficientes, el ciudadano afectado sería multado por haber sobrepasado los límites máximos de emisiones que aconsejen los científicos, si no es capaz de almacenar los gases de efecto invernadero y finalmente los lanza a la atmósfera.

Con este sistema, conseguiríamos regular la cantidad de pedos emitidos a la atmósfera, penalizaríamos a los que no pongan medios para controlar su cuota y compensaríamos económicamente a los que controlan sus emisiones. Algo parecido a lo que se busca con el protocolo de Kyoto, pero aplicado a nuestra vida cotidiana.

Espero que no tengamos que llegar a eso... Que San AeroRed nos proteja...